He perdido un encendedor,
lo he buscado por doquiera,
no hay manera, no hay manera,
de conseguirlo en derredor.
Era un yesquero dorado,
era una prenda exclusiva,
de sencilla yesca altiva
con un aspecto anticuado.
¿Será que la gata traviesa
quizá lo haya enterrado
en un matero olvidado
o bajo la grama espesa?
No me cabe en la cabeza,
quizá se lo haya tragado
o tal vez lo haya botado
debajo de alguna mesa.
Pelusita, pelusita,
¿qué hiciste con mi yesquero...?,
que aunque busco con esmero,
no encuentro ni la sombrita
del bendito encendedor.
¡Ay, que dolorido dolor!
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miércoles, 9 de enero de 2008
El yesquero
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