Un dístico me obsesiona
de los pies a la cabeza:
-Nunca fue tan hondo el llanto
ni tan larga una promesa.-
¿Quién traería estos versos
a mi memoria incompleta?
¿De dónde venían las voces
que evocaban al poeta?
-Nunca fue tan hondo el llanto
ni tan larga una promesa.-
Tendré que buscar certeza
en esta tremenda angustia
avigorar todos mis pasos
y refrescarme el alma mustia.
Preguntaré a los vecinos
el significado ignaro
del dístico escurridizo
parco, etéreo, vago, avaro:
-Nunca fue tan hondo el llanto
ni tan larga una promesa.-
Si nada pueden decirme
de este dilema inquietante
recurriré a las iglesias
cual vagabundo viandante..
Entre la hostia y sermón
preguntaré a sacerdotes
acerca de los azotes
de la Santa Inquisición.
-Nunca fue tan hondo el llanto
ni tan larga una promesa.-
Si nada pueden decirme
si nada saben contarme
entre los himnos y hosanas
colgaré todas las ganas
de preguntar algo más.
Preguntaré a los veleros,
galeones y bergantines
y alcanzaré los confines
de nuestra lujosa Tierra.
Detendré la triste guerra
y el horizonte sereno
disolverá el veneno
que sembraran las querellas
y hasta al cielo y sus estrellas
ascenderé como un manto
derritiéndole el amianto
a crisoles venideros;
y ya no serán postreros
los lamentos que me aquejan
y me cantan y aconsejan:
-Nunca fue tan hondo el llanto
ni tan larga una promesa.-
Quién podrá darle respuesta
a tanto dolor reprimido
me quedaré tan dormido
-con dos parches en mis ojos-
que recogiéndome de hinojos
tomaré una larga siesta
disolviendo los abrojos
que causara la propuesta:
-Nunca fue tan hondo el llanto
ni tan larga una promesa.-
Y en mis sueños resabiados
hallaré sabias personas
-¿hechiceros y santonas?-
que darán por terminados
los problemas que me causa
-sin darme ni paz ni pausa-
este dístico pasado
¿de un recuerdo enamorado?:
-Nunca fue tan hondo el llanto
ni tan larga una promesa.-